viernes, 8 de noviembre de 2019

EL "DELIRIO" DE MARIANO MELGAR




EL "DELIRIO" de MELGAR

O del intercambio entre poesías y culturas bajo el volcán de Arequipa



Juan Luis Dammert E. juanluisdammert@gmail.com 
(Escrito en 2002)





 
No recuerdo exactamente cuando escuc por primera vez un yaraví original de Mariano Melgar, pero creo que fue cuando mi amigo guitarrista de Parinacochas touna versión de uno de los yaravíes s difundidos del autor arequipeño: "Delirio", aquel que tiene los versos de "Aun la nieve se deshace, ay mi dueño, cuando el sol le comunica su calor lento". Era casi 1980, y había grabado el tema para una disquera, junto con un  charanguista muy conocido de su provincia del sur del Perú. Cantaban a dúo el yaraví de Melgar como si se tratase de algo muy valioso y  secreto, un orgullo, una joya de prestigio. El yaraví, en perfecto castellano, tendría s de 165 años de haber sido compuesto.
Para entonces el yaraví era ya un género definitivamente en extinción en el siglo XX peruano. Se cantaba en muchos lugares, en casas y reuniones privadas, en la quietud de la provincia, en los solos de guitarra, pero no ocupaba un lugar destacado en la escena musical popular. Era un viejo pariente sentimental y elegante, lánguido y pausado. Como el pasillo, la tonada, el triste.
Las  figuras  de  Mariano  Melgar  y  del  yaraví  estaban  unidas,  y  no  se  podían diferenciar. La historia las había juntado. Melgar era un joven de 24 años que había muerto en 1815 en la guerra de la independencia, combatiendo por la libertad. Como muchos poetas jóvenes del mundo, muertos a temprana edad de manera trágica, dejó una obra inconclusa pero valiosa. Melgar se había convertido en un ícono nacional, un ejemplo de pureza y entrega, capaz de sostener teorías sobre la peruanidad en formación. Eternamente joven y muerto, no envejecía en los retratos escolares. Mucho tiempo después me enteraría que no exisa en realidad una imagen confiable de Melgar, y que como con tantos héroes, esa imagen se había convertido en oficial. El pueblo, las enciclopedias y los manuales necesitaban un rostro para imaginárselo mejor. 
Si Melgar y el yaraví estaban unidos, había una ciudad detrás de ellos: Arequipa, la segunda ciudad del Perú, con su volcán tutelar, el Misti. Por esos tiempos en que escuc a mi amigo el guitarrista tocar "Delirio", fui a Arequipa y encont en una vieja librería un ejemplar sobrante de la edición de 1940 de los yaravíes de Melgar por Benigno Ballón Farfán, notable músico arequipeño, quien había transcrito las más conocidas melodías del poeta conocidas en la ciudad. Cuando llevé el libro de partituras a mi amigo el pianista, el que había estudiado dirección de orquesta en Alemania, éste leyó las páginas y no pudo evitar una sonrisa. "Así escribían en la época de Strauss", me dijo, tocando los numerosos mordentes y apoggiaturas que figuraban en la partitura, florilegios y adornos innecesarios que solo daban lustre y dramatismo a la performance del pianista. 
Lleg a  ver  en  Arequipa  las  portadas  de  los  viejos  cancioneros  publicados  a principios del siglo XX y antes, donde se daba cuenta de los yaravíes de nuestro eterno poeta joven muerto. Mientras s ahondaba en los documentos originales, más sorpresa me causaba su roce con la modernidad siempre cambiante. El "Cancionero Mistiano"  de 1917 traía en sus páginas canciones, yaravíes, zarzuelas, valses, polcas, mazurkas, jotas y etcéteras. El cancionero de 1902, "La Lira del Misti" tra también una colección de "zarzuelas, yaravíes, canciones, habaneras y serenatas". La variedad de géneros en un solo cancionero, que incluía las inmortales páginas del para entonces centenario patriota poeta joven era sorprendente. La modernidad todavía permia a Melgar estar presente en sus filas. En un libro vi la reproducción de la portada del cancionero  "Mistura  para  el  bello  sexo",  de  1877,  con  un  "gran  repertorio  de canciones y yaravíes cantables antiguos y modernos para recreo del bello sexo".
Todo este repertorio era evidentemente, muy variado, y solo podía deberse a una intención: reunir el repertorio para piano. Muchos viajeros del XIX y de principios del siglo XX peruano han dado cuenta de la existencia de gran cantidad de pianos en las principales ciudades del Perú. Las señoritas tomaban lecciones del instrumento, y el oficio de profesor de piano era muy floreciente. El repertorio en boga estaba formado por la modernidad foránea y la tradición local, de la cual Mariano Melgar era el crédito s destacado, de una cultura señorial que floreció en las principales ciudades de provincia del Pe entre los siglos XIX y XX.
Esta "internacionalización urbana" del yaraví de Melgar, junto a mazurkas, habaneras, jotas y zarzuelas, empezó a llamarme la atención cuando compa su imagen documental con las aseveraciones de los críticos literarios, quienes no tomaban en cuenta la música ni las evidencias del género en la escena cancioneril. Se aseguraba, siguiendo la nea nacionalista del héroe, que el yaraví era de procedencia indígena, y que representaba una especie de perfecto mestizaje, de rz inca y sangre española licuada en la vena popular. Para esto se argumentaba que el yaraví provenía del "harawi" mencionado por cronistas y diccionarios varios. Melgar y su yaraví serían un primer momento peruano de la literatura nacional. Pero harawi no es lo mismo que yaraví, así como Túpac Amaru no es lo mismo que Tupacamarú. Ya Garcilaso (el Inca) se esforzaba en el siglo XVI diciendo que en el quechua no hay palabras agudas. El harawi, tal como ha persistido en la cultura popular, es un canto de mujer, muy agudo, en quechua, que no se parece en nada al yaraví zarzuelero y pianístico del XIX y XX. 
Al parecer, el yaraví de Melgar que figura en la ideología nacionalista de los críticos-y en las versiones de los cantores- es el que fue creado en la modernidad contemporánea y no en el pasado real de la progresión del género urbano. En Melgar se ha querido ver lo que cada clase ha necesitado para construir su imagen de lo nacional. Se le ha pintado un rostro, muchos rostros, y cada uno ha respondido a una construcción elaborada desde una ideología y una necesidad de adecuar el pasado a los intereses del presente. 
Para fundamentar esto necesitamos pues llegar al verdadero Mariano Melgar y su época, buscando su rostro original, si alguna vez tuvo uno, y todavía podemos llegar a distinguirlo. 
Mariano Melgar, nacido en 1790, recibió tonsura e ingresó al seminario a los 8 años. A los 20 ya era catedrático, sabía lan, física, matemáticas, retórica -entre otras materias- y se estaba recibiendo de Doctor en leyes. Era muy precoz, hábil e inteligente. Había leído y traducido a los poetas latinos -Horacio, tradujo el "Arte de Amar" de Ovidio-, conoa  bien a los poetas provenzales y por alguna razón dejó sus aspiraciones religiosas y se unió a la rebelión independendista de Mateo Pumacahua, como auditor de guerra, a los 24 años. La sublevación es derrotada y sus jefes son fusilados. Deja un sinnúmero de papeles stumos; en vida publica muy poco. Su sobrino edita 63 años después de su muerte la primera edición de sus obras, con 31 textos, conocida como la edición de Nancy, por el lugar donde fue impreso el libro. En 1971, 150 años s tarde después del fusilamiento, la Academia Peruana de la Lengua publica la edición considerada oficial, con 181 textos provenientes de la edición de Nancy, cuadernos manuscritos, papeles sueltos, cancioneros urbanos, transcripciones y antologías, hallados en diferentes ciudades, refundiciones y traspapeleos de Arica Latina y s allá. 
A grandes rasgos, su obra se divide en dos grandes secciones: la erudita, del molde de la poesía neoclásica, con sonetos, odas fábulas, cartas y otros textos que tienen un carácter vico patriótico; y la segunda sección, la de los yaravíes, que es popular, cantada, amatoria, manuscrita, transcrita y vuelta a transcribir. Lo interesante de estos "yaravíes" es que el poeta nunca los llega a llamar "yaraví" sino "canción". Son conocidos como canción en su época, y recién cincuenta años después de muerto, se les empieza a llamar yaravíes, siguiendo esa tendencia que hemos señalado neas arriba como la de reinterpretar el pasado desde el presente, de acuerdo a los intereses de un grupo social, a una ideología en progreso. 
¿mo se da el cambio de canción a yaraví? ¿Q es la canción? Si nos atenemos a la formación literaria de Melgar y al contenido de sus "canciones" y lo que éstas dicen, nos encontramos con el vínculo de la poesía de Melgar con la poesía provenzal y el mundo del amor cortés. 
En esta convención literaria, el poeta se dirige a una dama hermosa y cruel, pero ella no es realmente el tema central, sino lo principal es lo que siente el propio poeta, quien en el acto de escribir es un amante que sufre desesperadamente en primera persona . Es un hombre que analiza e imagina su propio sufrimiento por medio de palabras intrincadas e imágenes abstractas que se repiten sin cesar. Y el codigo que sirve para escribir pertenece a la retórica, sigue una serie de convenciones formales, literarias,  llamadas "amor cors". El amor del poeta es imposible. Si se enamora de una dama casada está bien, y si está muerta, mejor, así la ama eternamente. La llama "mi dueño". Le pone un nombre ideal a esa amada. Para Melgar fue Silvia, en los poemas neoclásicos. Y la leyenda popular se encargó de darle tambn un rostro a esSilvia del Melgar de ramadita. Ya que le daba serenatas "a su prima la Corrales", como dice Mostajo que los arequipeños dicen, esta ha sido pues pasada a la historia como la Silvia de carne y hueso del poeta del Misti. 
En la poesía española este femeno se había dado algo menos de 300 años antes, en el Renacimiento, cuando el poeta Garcilaso de la Vega y su amigo Bosn imitan las formas  y    maneras  de  la  poesía  italiana  y  provenzal,    llevándolas  a  la  lengua castellana, renovándola con endecasílabos, sonetos, amor cortés, estrofas y liras. La poesía española era s seca y octosilábica,sonora y dura, llena de romance. Con esta inyección formal, el renacimiento español produciría el siglo de oro y su barroco. 
¿Por qué los arequipeños tenían que asumir el estilo provenzal del amor cors para cantar yaravíes en sus serenatas, tan tarde? ¿Acaso se daban cuenta, conocían ese truco, habían leído ellos tambn a Petrarca, a Dante, a los poetas portugueses? Los arequipeños no, pero Mariano Lorenzo Melgar sí los había leído y comprendido, y fue el arfice de ese concepto que se popularizó durante todo un siglo de cantores peruanos. Melgar entronca su concepto y oficio literario a un género musical  ya existente entonces, criollo, cancioneril, formalmente hijo de español (como diría Francisco Mostajo, el cronista de Melgar: arrastrando las sílabas "como el cante jondo") y que con el paso de los años, a medida que se afianza la república independiente, va a ser la versión urbana, elegante, señorial, producida por los señores castellano hablantes y la clase culta no india de las ciudades del interior para narrar las penas de amor. Los soldados de la independencia, los arrieros y comerciantes, los españoles pobres de las ciudades cantarán estas canciones al estilo de Petrarca, y como las cantan cada vez s tristes y Petrarca está tan lejos, conforme pasa el tiempo las llamarán yaravíes, con ese aire exterior de lo indígena, rebautizando en un colectivo ideal el pasado de origen desconocido. 
La mirada exterior de lo indígena era más antigua. Había ya a fines del siglo XVIII huellas de la palabra "yaraví", y su relación con "harawi". En la revista el Mercurio Peruano se habla de esa canción triste de los indios. El término se extiende, y es parajico encontrar que mientras en Arequipa el yaraví melgariano alterna con mazurcas y zarzuelas como creación de la modernidad urbana, el afán recopilador de un viajero como Jinez de La Espada lleve al congreso de Americanistas de Madride 1881 los "Yaravíes Quiteños" que un músico ecuatoriano -Juan Agusn Guerrero- le había alcanzado.  Estos no eran yaravíes como los de Melgar, era mùsica popular ecuatoriana. El interés -en este caso- era catalogar el mundo indígena. No tenían interés en la modernidad urbana latinoamericana, la de los hijos de sus abuelos y os, tan parecida y a la vez tan diferente de la española. La palabra yaraví significaba dos cosas entonces, dos lecturas, si nos atenemos a los documentos: la de la tradición indígena, y la de la modernidad urbana.. 
Algo que llama la atención y que merece una reflexión adicional es la forma métrica del  yaraví. Muchos  son  sextetos  y tercetos de  pie  quebrado. Si  la canción y  el concepto del amor cors son tomados por Melgar de los trovadores provenzales, el pie quebrado proviene del cancionero español. No es venido de fuera. ¿mo Melgar escribió canciones con pie quebrado, forma que había desaparecido de la tradición literaria española en el siglo XV? ¿Recogió esa modulación de la música popular que había permanecido en el Pe desde antiguo? ¿O la leyó y la reutilizó? Yo , personalmente, creo que Melgar usó la música popular española que tenía a la mano, y que era antigua. Sobre esa música hizo la forma "canción" arequipeña y reutilizó el pie quebrado. Y a eso la gente lo llama yaraví después, cuando mezclen en un solo saco lo criollo popular con lo indígena, después de una independencia que tenía cada vez s lejos al abuelo español envuelto en sus propios problemas. 
El  yaraví  "Delirio", con que empecé estas páginas, es un  bonito ejemplo de tal travesía. Daniel Alomías Robles, (el que recopila "El cóndor pasa" y lo hace zarzuela de éxito) transcribe a fines del XIX "Delirio",  mientras busca el legado incaico en el interior peruano. La edición impresa recién aparecerá en el Pe a mediados de 1980. Los esposos D´Harcourt, quienes recorren Arica Latina tambn buscando restos musicales incaicos, entre 1912 y 1925, recogen de un compositor arequipeño otra versión local de "Delirio". Si leemos esas versiones, jamás daremos con el verdadero sabor del yaraví tal cual es en la cultura popular musical. La melodía es efectivamente pentafónica, pero si la tocamos suena algo cuadrada e ingenua, sin sabor. Estos buscadores del legado incaico recogen casi todas sus versiones de señores locales que hablan, entienden y escriben quechua, y que fabrican en una relectura del pasado lo que los recopiladores buscaban. Las ilustraciones que mandó hacer Alomía Robles para su libro, reconstruyendo la información de Garcilaso, son el ejemplo gráfico de esa voluntad de crear un pasado desde el presente. 
Debemos escuchar la versión del "Trío Yanahuara" de Delirio, para saber de qestamos hablando. Son quizá los últimos cantores de yaraví arequipeño, y su sonido es una construcción histórica. Al escucharlos, uno reconoce un estilo y un trabajo, un eco de transmisión oral y construcción del género. Esa versión es muy difícil de transcribir, y si se transcribe tal cual es, va a ser imposible de ser leída. Eso pasa pues con la música popular. Los cantores, en un gran dúo de voces, estiran y deslizan la melodía con gran sentimiento. El texto de "Delirio" recoge el clásico rigor del amor cors trovadoresco: el cantor muestra su sufrido sentimiento ante la dama impasible. Se mueve entre extremos, el vivo incendio de la llama amorosa frente al helado pecho; la nieve y el sol son el escenario vibrante de su noble drama. No consigue realizar su amor. Y de eso se trata. El dramatismo se ahonda cuando la música termina en menor, y por el uso característico de las terceras. Notese la libertad del canto, y lo melódico del bordón de la guitarra en el intermedio, s su ausencia mientras el canto. 
Lo cierto, para terminar, es que en las ciudades de Arica Latina durante el siglo XIX hubo individuos como Melgar en quienes confluyen distintas tradiciones culturales. Muchos de los textos que un siglo después se dan como suyos, provienen de un  conjunto de antecesores e imitadores que construyen un  género de uso  y creación popular. Melgar funciona como el aglutinador de una corriente que ya exisa previamente, le da color y calor.   Entre el Mariano Melgar que compuso "Delirio" y mi amigo que en las primeras palabras de este texto cantaba 165 años después un yaraví que el uso había transformado, hay quizás una enciclopedia cultural y varios tomos de retórica. Pero sobre todo mucho sentimiento. Es en individuos concretos de nuestras historias -como Melgar- donde se muestran y cruzan las ideas de nación, etnia, tradición y modernidad. En el Pe las grandes ciudades coloniales como Cusco y Cerro  de Pasco tuvieron sus cancioneros locales, impresos. Los yaravíes de Melgar se distribuyeron por muchas ciudades de Arica Latina. En todas estas ciudades había ese sentimiento difuso de libertad y rebeldía que tomó cuerpo durante el XIX, mezclando lo español, con lo inca y lo contemporáneo. Al cantar mi amigo parinacochano Delirio, estaba repitiendo un sentimiento venido desde lejos, el eco 
de muchas tradiciones y construcciones formales traído otra vez a las sonoridades del presente.

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Artículo que apareció en Influencia y legado español en las culturas tradicionales de los Andes americanos. III Encuentro para la promoción y difusión del patrimonio folclórico de los países andinos (Granada, octubre de 2002). Bogotá : Dupligráficas, 2003, pp. 281-286

La versión de Delirio cantada por Cerpa y Llosa 
(los mismos del trío Yanahuara)


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