Acá se puede escuchar y leer el disco completo. Se encuentran un guitarrista criollo y uno andino. Cada uno, a su manera, va recogiendo el relato de Lucas sobre el nacimiento del niño. Salen danzante y cantantes, la vaca y el toro tocan las cucharas.
miércoles, 23 de diciembre de 2015
NAVIDAD 2015
Canciones para la navidad, que hicimos al llegar el milenio. La navidad es un relato, no una promoción mercantil. Acá la visita del ángel a María, donde le dice lo siguiente:
jueves, 12 de noviembre de 2015
EL ZOMBI DE AYACUCHO
Esta canción es de 1991, más o menos. Todavía suena. EL ZOMBI DE AYACUCHO
(huayno)
En una esquina de una plaza huamanguina
cuatro balas le quitaron la manera de vivir
Era un hombre muy terco y lo mataron.
Como era bastante terco no quiso irse
del mundo
Muerto se fue al tribunal, buscó al fiscal
y denunció la verdad de su propio asesinato
Es imposible, no lo permite la ley, le explicaron que los muertos no tienen
valor legal
Atravesó las montañas, rumbo a Lima, dejando
un rastro de sangre, perseguido por los buitres
En la ciudad capital, flor del desierto
podrido y muy asustado fue la noticia de un día
Salió en la tele por la radio y en los diarios
con sonrisa sepulcral junto a chicas en bikini
y los goles del mundial.
Y se le abrió un expediente provisional
espera hermano dijeron, mañana se hará justicia
Y se sentó a esperar frente al Palacio
la gente lo saludaba, «calavera» le decían.
Por esas noches le gustaba caminar por la plaza San Martín viendo escenas de
payasos y cantaba algunos huaynos con notable aceptación.
Escapando del olvido y del destino,
una noche llegó a un puente a las orillas del Rímac
Entre la sombra mojada oyó rumores
una turba de mendigos hizo buen caldo con él
Y los mendigos muy contentos entonaron
con afecto y gratitud esta linda canción:
«Busca tu tumba, busca tu tumba
en la barriga del pueblo para que nazcas
de nuevo, más poderoso que ayer.»
(huayno)
En una esquina de una plaza huamanguina
cuatro balas le quitaron la manera de vivir
Era un hombre muy terco y lo mataron.
Como era bastante terco no quiso irse
del mundo
Muerto se fue al tribunal, buscó al fiscal
y denunció la verdad de su propio asesinato
Es imposible, no lo permite la ley, le explicaron que los muertos no tienen
valor legal
Atravesó las montañas, rumbo a Lima, dejando
un rastro de sangre, perseguido por los buitres
En la ciudad capital, flor del desierto
podrido y muy asustado fue la noticia de un día
Salió en la tele por la radio y en los diarios
con sonrisa sepulcral junto a chicas en bikini
y los goles del mundial.
Y se le abrió un expediente provisional
espera hermano dijeron, mañana se hará justicia
Y se sentó a esperar frente al Palacio
la gente lo saludaba, «calavera» le decían.
Por esas noches le gustaba caminar por la plaza San Martín viendo escenas de
payasos y cantaba algunos huaynos con notable aceptación.
Escapando del olvido y del destino,
una noche llegó a un puente a las orillas del Rímac
Entre la sombra mojada oyó rumores
una turba de mendigos hizo buen caldo con él
Y los mendigos muy contentos entonaron
con afecto y gratitud esta linda canción:
«Busca tu tumba, busca tu tumba
en la barriga del pueblo para que nazcas
de nuevo, más poderoso que ayer.»
lunes, 28 de septiembre de 2015
POETAS PARA CANTAR
Aca videos de la presentación de esta semana que pasó en la Casa de la Literatura, en LIma, la antigua estación de tren de Desamparados, alguna vez lazareto. Vallejo, Eguren, Valdelomar, Gonzalez Prada, Luis Hernandez. Cantan el autor Juan Luis Dammert y Erika Arellano, tocan Jose Dammert, bajo, y Pepe Villalobos Ruiz, cajon. https://www.youtube.com/playlist?list=PLn323obUGz5Ar4n6Ynj8_bpR0YpBmEL0s
jueves, 17 de septiembre de 2015
HABLA LA CIUDAD Lima 1986
Este es un libro extraordinario porque fue escrito bajo circunstancias difíciles de repetir, más allá de lo ordinario. Habla la ciudad se escribió y publicó en Lima, recogiendo los discursos de los habitantes del centro de la ciudad capital del Perú, en modalidad taller. En estas fotografías aparece parte del equipo en algunas de las incursiones de investigación de fin de semana que hicimos con los literarios de la UNMSM, reuniones en cebicherias para coordinar estrategias y comentar. El libro puede leerse y descargarse online, en https://es.scribd.com/doc/238779903/Habla-La-Ciudad-1986.
martes, 7 de julio de 2015
ENTREVISTA CON MAO 1990
EL MONO ACOSTA OJEDA
6 DE MAyO 1990
Escribe Juan Luis
Dammert
Diario Página Libre,
C12
MANUEL ACOSTA OJEDA es
“El mono”, es “M.A.O., es “El sabido” de la novela de Ribeyro, el “Manuel se
acuesta y jode” de tantas historias que uno escucha por ahí acerca de las
aventuras de uno de los más importantes compositores de la música criolla en lo
que va del siglo, y además presidente de SAYCOPE, escritor de libros, de presentaciones
en tapas de discos, redactor de crónicas de su experiencia personal y
colectiva.
Siempre me ha llamado
la atención que una persona como Manuel Acosta, tan jovial y avispada, tan
contadora de historias, sea la misma persona capaz de haber producido aquellos
valses tan solemnes y serios como “Madre” o “En un atardecer”; que el bebedor
inagotable, el que le pone chapas a todo el mundo, haya compuesto “Cariño” o
aquel vals soneto, endecasílabos bien puestos, que empieza con los versos “Un
latido es un paso hacia la fosa”.
Me hubiera imaginado
más bien un poeta romántico, que tuviese como cama un ataúd, o que llevara un
cráneo en el bolsillo del saco. Pero no. El hacedor de alejandrinos y rimas
rebuscadas, a quien conozco desde hace muchos años, es un habitante de la
cultura popular, que tiene su casa en Chosica, se moviliza en micro, vive de su
trabajo, posee una cultura enciclopédica y cultiva el fervor báquico con la más
genuina preocupación por la justicia social.
Por eso, fuimos a
buscarlo para conversar con él, y le seguimos el rastro al guitarrista –Daniel
Campos- que debía verlo esa noche en la plaza Dos de Mayo.
Y ahí estaba, la voz
de Manuel Acosta cayendo sobre las banderas de los sindicatos en conflicto,
emitida bajo las letras del frontis de la CGTP. Era 28 de abril, permutado por
un futuro Primero de Mayo, y la concurrencia al mitin era bastante rala, por
decir lo menos. Manuel entonaba ese vals con texto de “Bola” Aguirre dedicado a
De la Puente Uceda y Guillermo Lobatón, cadencioso y sentido. En el vacío
dejado por los garrotes de la guardia obrera, al centro del mitin, una loca bailaba
descalza el vals. Era Lima, 1990.
BAJÓ DEL ESTRADO con
habilidad de albañil, descolgándose por los parantes. No había escalera. A sus
sesenta años, Manuel Acosta tiene quizás una virtud en su actitud política: ha
estado siempre con los trabajadores. (Hablar de los partidos es ya una historia
más complicada). Me dice, mientras saluda a Ricardo Letts que pasa rumbo arriba
de la CGTP, y una botella de ron circula de mano en mano en la penumbra de la
vereda: “la vez pasada me metí cuatro de estas y fui al local de Gráficos.
Estaba Letts y yo me acerqué a decirle qué bien que no estás con los
electoreros, pero no me había dado cuenta de que estaba haciendo campaña con
sus afiches y número”. ¿Tendrá rubor Manuel Acosta Ojeda? Lo dice con sincera
pena.
Mirando la plaza Dos
de Mayo sin luz, me dice: “Cómo están los tiempos. Nunca ha sido así. Yo me
acuerdo del 66, llenábamos el coliseo con la central sindical que se estaba
reorganizando”. Yo esa época tenía doce años, pero mi hermano me contó una vez
que lo había visto cantar ahí.
Esas habían sido las
épocas del larga duración “Canción Protesta”, grabado con el Jilguero del
Huascarán, el mismo MAO y otros intérpretes y autores, que se vendió como el
pan. Coco Ramírez cantaba “La obrerita”, “El canillita” en ese disco.
Pero ahora estábamos
entre los ambulantes de Colmena, doblando por Wilson, entrando a Moquegua, “a
esa cantinita veníamos con Pablo Casas” y recalamos en un canchón unos metros
más allá, siempre con el guitarrista ahí, frente a una mesa con otra de ron y
el estrépito de una rocola o caset. Qué será.
Es sabido Manuel
Acosta. Acá no puedo sacar la grabadora. Me dice:”hay que escribir con la
memoria”. Ya pues, tienes razón; dime Manuel: ¿cómo es tu historia esa de
Carlos Barral –que en paz descanse-, el famoso editor, que te ofreció publicar
tus historias?
“YO ERA CHINO” se
remonta Manuel Acosta a los tiempos de Mao, “pero como no había otro, me
llevaban los moscos” y así terminó yendo a Europa, rumbo al festival de la RDA,
si no me equivoco, a un encuentro de músicos, donde el fantasma de Stockhausen
y la sombra de Schonberg presidían los debates, pero él se lanzó un rollo de
todo eso, “que también lo sé”, y además de la lucha de los pueblos del tercer
mundo y todos lo aplaudieron a rabiar. Eran los sesentas.
Esa historia, contada
por él, (además de otras, como el cuento del cazador de osos y otras piezas de
la picaresca oral peruana) la estaba contando Manuel Acosta Ojeda en una casa
en París, después de su periplo por la Cortina de Hierro, en una reunión donde
estaban Alfredo Bryce, Mario Vargas Llosa, Julio Ramón Ribeyro, el editor
Carlos Barral. A este último todos le hacían corte y lo trataban con
deferencia. Así que Manuel hablaba con su pata de Miraflores, Julio Ramón, y
poco a poco la atención empezó a congregarse en él. No sabían si era verdad o
mentira lo que contaba, pero les daba risa y sorpresa.
A la salida, Barral se
le acercó a Manuel Acosta. El peruano no tenía idea de quién era el tal Barral,
por entonces dueño de una de las más prestigiadas editoriales en lengua
española. Y Barral le dice: ¿por qué no publicas esas cosas? ¿Quién me las va a
publicar?, contesta el Mono, y Barral completa: “yo te las publico”.
-¿Qué? ¿Acaso tienes
mimeógrafo?, pregunta Acosta Ojeda.
“QUÉ RARO ME PREGUNTES por eso”, dice MAO, “hace poco también el
poeta Manuel Moreno Jimeno me lo
preguntó en el micro a Chosica”. Ya no hay nadie en la cantina, solo el mozo,
que conoce al compositor de otras noches, y una morena que vende tamales. Nos
comemos dos. El mozo dice que es aprista pero votó por Fujimori. Acosta le
contesta que su papá también fue aprista y tuvo cárcel, pero él ya no lo es.
Siendo la hora
avanzada, apagan la rocola, y el guitarrista Escopeta de Bandido saca su viola
para modular unos valses de Manuel que no están grabados en ninguna parte, solo
los he escuchado en boca de unos cuantos cantores. Como decíamos al principio,
Acosta Ojeda por “sabido” hubiera podido hacer muchísimos valses pícaros y
música con jerga y replana, pero no los hizo. Se dedicó a cultivar el
sentimiento y la buena forma poética, a la par que una producción dedicada al
repertorio de los trabajadores del Perú con una seriedad y una contundencia
pasmosas. Y es que Acosta es “sabido”, pero no es un “vivo”, lo cual es ya una
diferencia entre todas las gamas de las habilidades criollas. Tarde la noche,
pero no tan tarde porque debe tomar el último micro hacia Chosica, nos bajamos
unas porciones de choncholí con el guitarrista y el Mono. “Escopeta de Bandido”
se despide: chau tío. MAO contesta chau sobrino. Es imposible hacerle una
entrevista seria a Manuel Acosta Ojeda. Es como un pez: resbala. Ahí lo tienen,
yéndose a Chosica mientras uno bucea en la memoria por una conversación de seis
horas pero solo escribe el cuarto de hora trascendental. Chau tío.
domingo, 8 de febrero de 2015
Agua Ardiente revista de poesía? 1977
Revista de poesía "Agua Ardiente" que sacamos con Pepe Morales por 1977, con poemas del mismo José Morales, José Cerna, Manuel Dammert (como Ernesto Días) Kike Sánchez, y quien escribe, desde la UNMSM. Todavía se deja leer.
miércoles, 28 de enero de 2015
AHÍ NO HABÍA NADA
(También “Juan y el
mago” o “Sobre los sucesos ocurridos en la Carpa Teatro del Puente Santa Rosa", en Lima, 1986)
A Juan le avisaron en la municipalidad que estaba quedando un terreno libre frente al
río después de que cerraron el viejo depósito y Juan pensó algo hay que hacer con
ese terreno y fue a buscar a su amigo Aladini el mago que vivía en Barrios Altos
a dos cuadras de su casa. Juan era gordo
y de niño había tenido polio, por eso caminaba
medio chueco, arrastrando una pierna y le decían cojito. Pero
Juan no se arredraba. Tenía un puesto
de fruta en el mercado, donde trabajaba también su mujer con su madre y sus hijos,
y él cumplía un horario de obrero en el teatro de la municipalidad.
A Juan le gustaba hacer
cosas donde estuviera en contacto con la gente pues paraba todo
el tiempo hablando y saludando
hola que tal
como estás hermano, qué tal y podía perder
media hora con cada persona que se detenía a hablar, era bueno para eso. Fue donde su amigo el mago y le propuso de una vez, de frente, ahora
en este instante hacer un circo en ese terreno donde no hay nada, frente al rio.
El mago estaba por entonces atareado en practicar el número que hacía el gran mago Houdini: colgado de lo alto, de cabeza de una viga
o un edificio, atado con una soga en llamas, él escaparía. Probaba una soga untada con alumbre,
para que no se quemara rápido. Uhmm, dijo, un circo en ese terreno, necesitamos una
carpa. Creo que sí se puede, dijo después de pensar un rato y volvió a colgarse
de la viga en el techo, Practicando el acto de fuga.
Juan se fue a mesa de
partes en la municipalidad y dejó una solicitud
al alcalde de la ciudad pidiendo que se hiciera una carpa circo para la cultura
de los pobres en ese terreno vacío.
El papel pasó por varias oficinas que lo inspeccionaron y revisaron, hasta que se amontonó con la serie de cartas y pedidos que recibía diariamente el alcalde. La secretaria se lo leyó en voz alta, mientras la autoridad se preparaba para recibir la visita de una princesa europea.
El papel pasó por varias oficinas que lo inspeccionaron y revisaron, hasta que se amontonó con la serie de cartas y pedidos que recibía diariamente el alcalde. La secretaria se lo leyó en voz alta, mientras la autoridad se preparaba para recibir la visita de una princesa europea.
-Esto suena interesante. Vamos a ver ese terreno en la tarde. Avísale a ese chico para ir con él, que me lo muestre y
me explique su idea.
En el teatro el director se sorprendió cuando llamó la
secretaria del alcalde para citar a Juan
a una reunión esa misma tarde.
- ¿Qué te traes en las manos?, ¿se puede saber en qué te
has metido? preguntó el director.
- Es el viejo proyecto
- ¿El de la película
de Mozart?
-No, el de la carpa
teatro.
- ¿Has encontrado dónde?
-Creo que sí.
El director lo miró taciturno. Tantas veces le
había hablado Juan de su proyecto
de poner una carpa en la ciudad y no le había
hecho caso. Ahora se contactaba con el alcalde...
A las tres de la tarde el alcalde llegó al
terreno junto al río, muy cerca de un puente. Caminaron por el lugar lleno de
basura. Después de dar la vuelta al
espacio de unos cien metros
por treinta, el alcalde le dio la
mano a Juan y lo felicitó por su proyecto.
Muy bien , le dijo, tienes todas las
autorizaciones que necesites, pero no tenemos plata para nada. Tendríamos que escribir
un proyecto, asignar personal y darle un
presupuesto de la municipalidad y eso demora por
lo menos un año.
Somos una ciudad pobre.Busca gente e instituciones que te ayuden. Desde ahora eres un promotor cultural especial.
Juan_ no se desanimó. Ya
era mucho contar con el respaldo del alcalde, la máxima autoridad de la ciudad.
Se dieron un apretón de manos y se despidieron. Juan le
dijo:
-Ya, yo lo invitaré para el día de la inauguración.
- Bueno, yo vendré.
Y
Juan empezó a trabajar con su amigo Aladini. Lo
primero
que necesitamos, le dijo elmago, es
una carpa. ¿De dónde vamos a sacar una carpa? Son muy caras para nosotros que no
tenemos nada.
- Haz magia pues.
-Tengo una idea, no te burles.
- ¿Qué vamos a hacer? ¿Pintamos una carpa
en el aire?
-No, la cosemos.
La idea de Aladini era coser una carpa a
partir de retazos de tela.
- ¿Y dónde conseguiremos tantos retazos?
¡Va a quedar peor que la colcha de mi abuela!, dijo Juan.
-Vamos a pedir a las panaderías que nos regalen los sacos
vacíos de harina de trigo que ya no usan después de hacer
el pan. Son sacos de buena tela, blanca. Los abrimos y los cosemos uno junto alotro.
-¿Y cuántos necesitamos?.
Aladini hizo cálculos durante unos minutos
escribiendo en el suelo con una piedrita, borrando. Multiplicó el tamaño de un saco
por el tamaño de la carpa. Y finalmente dijo: necesitamos 800 sacos para una carpa
pequeña, 2000 para una grande y doble, reforzada.
- ¿Y cuánto tiempo nos tomará el coserlos?
Aladini siguió calculando ( o hizo corno
que calculaba) y después de un rato dijo:
- Dos meses para la carpa chica, un año y
tres meses para la carpa grande.
- Ya, nos quedamos con la carpa chica y después
le agregamos partes. Hay que empezar de una vez, dijo Juan.
Y empezaron a recorrer las panaderías del
centro de la ciudad. Todos sus amigos también
empezaron a recolectar
sacos vacíos de
harina. Juan se
levantaba muy temprano e iba a las panaderías que estaban abiertas desde el
amanecer. Perdía bastante
tiempo conversando, saludando y explicando
el proyecto
cultural de la Carpa Teatro a los dueños de las panaderías, y estos lo escuchaban
con atención, asentían gravemente, como si se tratara de un asunto muy urgente,
y terminaban regalandole los sacos que tenían
y avisándole que regrese para dar1e los que
tendrían en las siguientes semanas.
Lo mismo hizo Aladini con sus amigos del
otro lado de la ciudad. Pronto tuvieron
en el viejo terreno baldío dos torres inmensas, llenas de sacos. Eran más de 400
. Y seguían llegando.
Juan le pidió a sus compañeros de la municipalidad
que le trajeran sacos vacíos de las panaderías.
Algunos no le hacían caso, pensaban que era una broma o que nunca echaría a andar el proyecto.
Otros traían sacos desde los barrios más
lejanos. Pronto Juan y Aladini tenían más de 500. Y como veían en las letras de los costales las marcas
de fábrica, se animaron a ir hasta el molino que producía la harina para pedirles sacos para el proyecto. Les regalaron 500 sacos viejos. En menos de diez días tenían ya casi
dos mil sacos. Aladini lo sabía todo. El tenia un bordado
mágico para unir los costales.
Casi ni se veía la costura. Hizo una pequeña
carpa a escala, con un solo costal y palos de helado y después se dedicaron a coser.
Con grandes agujas, cosían por las noches siguiendo el modelo y el estilo. Aladini
era un mago muy conocido y había recorrido el Perú con circos muy famosos.como el circo
Acapulco o el circo Cavallini, ambos con
carpa y animales domesticados como
el Burro Sabio que respondía preguntas de matemáticas y cultura general con el golpe de la pata. Con
Perlita, la chiva equilibrista, que subía por una escalera haciendo piruetas. Con
las ltalian Girls, que bailaban con gracia y elegancia sobre botellas alineadas
en el suelo. Aladini le contaba a Juan todas sus aventuras en
los pueblos y Jos espectáculos que presentaban para niños y grandes, de cómo él
asombraba a propios y extraños con su pase mágico para el truco del huevo, el de
la paloma y la corbata, tantos que
habían deleitado a los niños de
todo el Perú.
Juan escuchaba con atención mientras cosían, y casi todas las noches que
estuvieron cosiendo, se quedaba dormido en el relato de alguna aventura en un pueblo perdido de la serranía como
la vez en que cruzaron el río Marañón en un ómnibus y vino una crecida del río y nosotros que estábamos en medio del río fuimos arrastrados por la corriente
y partimos río abajo, tuvimos que subimos al techo del ómnibus y....
Pobre Juan, se quedaba dormido en los mejores
momentos. Amanecía cansado, pero igual se iba a trabajar
y estaba muy alegre contándoles a todos los progresos de la carpa teatro.
Y cuándo termines, ¿qué va a haber de espectáculo
Juan?, le decían los más incrédulos, ¿circo de pulgas? ¿Dónde nos vamos a sentar
los asistentes, en una piedra?
Pero Juan ya lo tenía pensado todo. Era el
verano y para el principio de la temporada escolar la gran carpa abriría sus
puertas al público con un gran festival de teatro. Obtuvo del alcalde una autorización
para sacar materiales del depósito municipal, donde se podía encontrar casi de todo,
como un gran basurero de la historia de la ciudad. Allí había desde viejos tranvías
hasta postes y estatuas partidas en pedazos, letreros de calles que ya no existían.
Con el camión del teatro sacó unos polvorientos tablones que limpió y pintó con
Aladini para que fuesen las graderías dentro de la carpa alrededor del escenario.
Su idea inaugural era ya bastante antigua
y la tenía conversada con sus amigos teatreros. En la ciudad había visto a muchos
grupos de teatro popular, infantil y callejero. Iban por los mercados, por las plazas
públicas, por Jos distritos de los pobres, por los colegios. Eran como veinte grupos de teatro que se encontraban a veces los domingos
en las grandes plazas de la ciudad haciendo reír a los concurrentes con sus espectáculos
de canciones y argumentos de animales que se iban a buscar la aventura por los caminos.
Juan los conocía a todos, porque a él le gustaba el teatro, no solo el gran teatro
de la municipalidad, donde venían las grandes compañías internacionales sino también
el modesto teatro donde sus hijos y su esposa reían con él. A veces lloraban de
la risa con la historia del recluta, con los que imitaban a Chaplin, con los que
hacían mimo o representaban al gato con botas. Juan los convocó a una reunión en
el terreno baldío, donde estaban los tablones y los costales de harina haciéndose
carpa. De
los cuarenta grupos fueron siete los invitó a hacer el Primer Festival de
Teatro Popular en la Gran Carpa. Todos los que asistieron estuvieron de acuerdo al instante
e hicieron suyo el proyecto. Es más, desde esa noche fueron a ayudar todas las
noches a coser.

Aladini por su parte había invitado también
a sus viejos amigos de los circos, que vivían en Lima. La temporada
de circos en el Perú es el mes de julio, y en el mes de abril, en que empezaría
la Carpa Teatro, no tenían nada que hacer así que irian y si hay algo para ayudar
te ayudamos, dinos nomás. De esa manera payasos, trapecistas, mujeres elásticas
y hombres come fuego se hicieron habituales en las noches de costura de la carpa.
Los vecinos del barrio entraban y salían.
Les gustaba la idea de un centro cultural en el vecindario. Los músicos empezaron
a pasarse la voz y fueron a ver qué pasaba en ese lugar. Ofrecieron a Juan hacer
conciertos, dar clases de guitarra, de flauta. Ya, decía Juan, a todos los que venían
con buena voluntad de ayudar y trabajar, él les decía que sí. Hizo una programación
para todos los días de la semana.
Con tanto trabajo y tanta gente
ayudando, la carpa empezó a tomar forma muy rápidamente. Aladini plantó los altos
palos de eucalipto en el terreno que
todos terminaron de limpiar y aplanar. Alzó los paños uno a uno y templó las
sogas de cada parte. Sus amigos del circo venían y ayudaban por algunas horas.
Llegó un tipo que dijo ser alemán y andaba de viaje y era pintor. Quería decorar
las paredes alrededor de la carpa y ayudar en los carteles. Llegó Jorge Acosta y también Piero Bustos que
tocaban en un grupo musical y le dijeron a Juan para hacer un festival de rock. Para
esas alturas, ya la carpa no era solo una promesa sino una realidad. Con sus c
costalillos
blancos de harina y los pintores que llenaban de color las paredes con el alemán,
la carpa atrajo algunos curiosos. Pronto escribieron la programación inicial en las paredes. Juan le preguntó
al mago qué nombre quería tener escrito en y él dijo "Aladini el Fantasista”
pero como era muy largo y el pintor era alemán y no entendía el castellano escribió
"Alad el Fantasista” o de repente el pintor pensó que ese nombre más corto era
mejor.

La carpa quedaba en la esquina de la gran
urbe, frente a un puente que cruzaba el río. Por ahí pasaba el presidente del país
muy a menudo, porque había una entrada a un camino en desnivel que llevaba
directamente a Palacio de Gobierno, donde tenía su casa. Y el presidente se llamaba Alad. Al principio no se dio cuenta, porque los presidentes
quizás no miren
mucho por la ventana
del auto o de repente sí pero esta vez el presidente miró
y vio su nombre escrito y ordenó al chofer detenerse frente a la carpa. Se bajó
y se acercó donde Juan. Cuando Juan lo vio se asustó y dijo ahora qué he hecho.
Se sintió culpable.
- ¿Tú has pintado eso en la pared?
-No, pero yo dije que lo pintaran.
- ¿Se trata de una burla?
- No señor presidente,
así se llama el mago, es su nombre. Este es un centro cultural
y está usted invitado a la inauguración el 6 de abril.
Juan paseó al presidente por el terreno,
le hizo ver el río, le habló de la cultura. Diciéndole que volvería y que contaba
con su apoyo, el presidente se despidió.
Juan hizo el
programa: Festival de Teatro todos
los días. Invitó a
los colegios de por ahí cerca con unos volantes que hizo que decían "entrada
libre" y el día de la invitación: lunes,
martes, miércoles, jueves o viernes. Sábados
y
domingos se presentaban todos los grupos de teatro
y cobrarían una entrada muy barata. Como iba a haber teatro
lleno. juntarían suficiente dinero los fines de semana. Distribuyó los volantes
en la casa de los niños huérfanos, en el asilo de ancianos, en el comedor, en las
fábricas del otro lado del río, en las plazas. Los teatreros fueron a los mercados
cercanos e hicieron una marcha con zancos y payasos por las calles del centro anunciando
el inicio del festival.

El primer domingo del estreno, a carpa llena,
el alcalde invitado veía a la Familia Tallarini
haciendo sus bromas a lo Chaplin y al grupo Las Águilas cantando la canción de la pulga vampiro:
Ramiro la pulga vampiro
Es un trapecista de
fama mundial
Vendados los ojos cerrados
Se lanza al espacio
en salto triunfal
Te cae en la espalda
te pica te muerde
Te cae en el cuello
te pica te muerde...
- Vamos a
disponer para la
carpa teatro un
dinero que cobra
la municipalidad por un impuesto a las salas
de juego. Es muy poco, pero
debería servir para promover la cultura en los barrios
de la ciudad y que todos vengan a la Carpa Teatro Municipal.

Juan salió muy contento. Ahora podría hacer
una programación y comprar unos focos de luz y papel y hacer más volantes y dar
a los artistas algo de dinero para sus pasajes y tantas cosas más. Con las lluvias
de julio la fiesta siguió.
La carpa se puso húmeda, cambió de color, se volvió como las ropas de los mendigos y los trapos de la calle, descolorida. Adentro, en la turbia luz invernal seguían los cantautores, los contadores de cuentos, los grupos de rock, la asociación de magos, los danzantes de tijeras, los Negritos de Huánuco, los del sindicato de circos). La gente encontraba calor en las bancas y se divertía bastante y aprendía cosas cuando había conferencias. Con el tímido sol de setiembre y con la garúa constante un extraño fenómeno comenzó a ocurrir en la parte de arriba de la carpa: entre las costuras brotaban unas pequeñas ramas verdes. ¡La carpa estaba floreciendo! De los sacos vacíos de las panaderías que habían contribuido con la alegría, había florecido el trigo y el moho en un alegre jardín verduzco.
La carpa se puso húmeda, cambió de color, se volvió como las ropas de los mendigos y los trapos de la calle, descolorida. Adentro, en la turbia luz invernal seguían los cantautores, los contadores de cuentos, los grupos de rock, la asociación de magos, los danzantes de tijeras, los Negritos de Huánuco, los del sindicato de circos). La gente encontraba calor en las bancas y se divertía bastante y aprendía cosas cuando había conferencias. Con el tímido sol de setiembre y con la garúa constante un extraño fenómeno comenzó a ocurrir en la parte de arriba de la carpa: entre las costuras brotaban unas pequeñas ramas verdes. ¡La carpa estaba floreciendo! De los sacos vacíos de las panaderías que habían contribuido con la alegría, había florecido el trigo y el moho en un alegre jardín verduzco.
Cuando los sikuris tocaban su música bailando, la carpa se inflaba. Los magos continuaban presentando su diario
truco: donde no había nada puede
haber diversión y risa, un poco de maravilla. Los asistentes escribían sus nombres
en las telas alrededor de la carpa. Para ese entonces la tela de la carpa empezó
a deshacerse. Pero recibieron una carta desde Alemania: el pintor había estado mostrando
a sus amigos fotos de la experiencia en el Perú y la municipalidad de su pueblo
ofrecía enviar una carpa de
lona impermeable de regalo. Como la vieja carpa se estaba deshaciendo, podrida por el sol, inflada por la risa y el tiempo
de tanta gente, todos empezaron a llevarse pedacitos de tela a sus casas como recuerdo, pintados de grafitis y nombres. Yo también me llevé uno, todavía lo tengo.. En ese entonces yo contaba
cuentos en la carpa y puedo decirles que después de un tiempo en ese terreno volvió
a no haber nada. Cambiaron al alcalde, y
vinieron tiempos difíciles. Solo quedó la huella en el aire de la diversión y los
instantes de felicidad ahí transcurridos.
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