miércoles, 23 de diciembre de 2015

NAVIDAD 2015

Canciones para la navidad, que hicimos al llegar el milenio. La navidad es un relato, no una promoción mercantil. Acá la visita del ángel a María, donde le dice lo siguiente:

Acá se puede escuchar y leer el disco completo. Se encuentran un guitarrista criollo y uno andino. Cada uno, a su manera, va recogiendo el relato de Lucas sobre el nacimiento del niño. Salen danzante y cantantes, la vaca y el toro tocan las cucharas.

jueves, 12 de noviembre de 2015

EL ZOMBI DE AYACUCHO

Esta canción es de  1991, más o menos. Todavía suena. EL ZOMBI DE AYACUCHO
(huayno)

En una esquina de una plaza huamanguina
cuatro balas le quitaron la manera de vivir

Era un hombre muy terco y lo mataron.
Como era bastante terco no quiso irse
del mundo

Muerto se fue al tribunal, buscó al fiscal
y denunció la verdad de su propio asesinato

Es imposible, no lo permite la ley, le explicaron que los muertos no tienen
valor legal

Atravesó las montañas, rumbo a Lima, dejando
un rastro de sangre, perseguido por los buitres

En la ciudad capital, flor del desierto
podrido y muy asustado fue la noticia de un día

Salió en la tele por la radio y en los diarios
con sonrisa sepulcral junto a chicas en bikini
y los goles del mundial.

Y se le abrió un expediente provisional
espera hermano dijeron, mañana se hará justicia

Y se sentó a esperar frente al Palacio
la gente lo saludaba, «calavera» le decían.

Por esas noches le gustaba caminar por la plaza San Martín viendo escenas de
payasos y cantaba algunos huaynos con notable aceptación.

Escapando del olvido y del destino,
una noche llegó a un puente a las orillas del Rímac

Entre la sombra mojada oyó rumores
una turba de mendigos hizo buen caldo con él

Y los mendigos muy contentos entonaron
con afecto y gratitud esta linda canción:

«Busca tu tumba, busca tu tumba
en la barriga del pueblo para que nazcas
de nuevo, más poderoso que ayer.»

lunes, 28 de septiembre de 2015

POETAS PARA CANTAR

Aca videos de la presentación de esta semana que pasó en la Casa de la Literatura, en LIma, la antigua estación de tren de Desamparados, alguna vez lazareto. Vallejo, Eguren, Valdelomar, Gonzalez Prada, Luis Hernandez. Cantan el autor Juan Luis Dammert y Erika Arellano, tocan Jose Dammert, bajo, y Pepe Villalobos Ruiz, cajon. https://www.youtube.com/playlist?list=PLn323obUGz5Ar4n6Ynj8_bpR0YpBmEL0s

jueves, 17 de septiembre de 2015

HABLA LA CIUDAD Lima 1986

Este es un libro extraordinario porque fue escrito bajo circunstancias difíciles de repetir, más allá de lo ordinario. Habla la ciudad se escribió y publicó en Lima, recogiendo los discursos de los habitantes del centro de la ciudad capital del Perú, en modalidad taller. En estas fotografías aparece parte del equipo en algunas de las incursiones de investigación de fin de semana que hicimos con los literarios de la UNMSM, reuniones en cebicherias para coordinar estrategias y comentar. El libro puede leerse y descargarse online, en https://es.scribd.com/doc/238779903/Habla-La-Ciudad-1986.





martes, 7 de julio de 2015

ENTREVISTA CON MAO 1990

EL MONO ACOSTA OJEDA

6 DE MAyO 1990
Escribe Juan Luis Dammert
Diario Página Libre, C12

MANUEL ACOSTA OJEDA es “El mono”, es “M.A.O., es “El sabido” de la novela de Ribeyro, el “Manuel se acuesta y jode” de tantas historias que uno escucha por ahí acerca de las aventuras de uno de los más importantes compositores de la música criolla en lo que va del siglo, y además presidente de SAYCOPE, escritor de libros, de presentaciones en tapas de discos, redactor de crónicas de su experiencia personal y colectiva.
Siempre me ha llamado la atención que una persona como Manuel Acosta, tan jovial y avispada, tan contadora de historias, sea la misma persona capaz de haber producido aquellos valses tan solemnes y serios como “Madre” o “En un atardecer”; que el bebedor inagotable, el que le pone chapas a todo el mundo, haya compuesto “Cariño” o aquel vals soneto, endecasílabos bien puestos, que empieza con los versos “Un latido es un paso hacia la fosa”.
Me hubiera imaginado más bien un poeta romántico, que tuviese como cama un ataúd, o que llevara un cráneo en el bolsillo del saco. Pero no. El hacedor de alejandrinos y rimas rebuscadas, a quien conozco desde hace muchos años, es un habitante de la cultura popular, que tiene su casa en Chosica, se moviliza en micro, vive de su trabajo, posee una cultura enciclopédica y cultiva el fervor báquico con la más genuina preocupación por la justicia social.
Por eso, fuimos a buscarlo para conversar con él, y le seguimos el rastro al guitarrista –Daniel Campos- que debía verlo esa noche en la plaza Dos de Mayo.
Y ahí estaba, la voz de Manuel Acosta cayendo sobre las banderas de los sindicatos en conflicto, emitida bajo las letras del frontis de la CGTP. Era 28 de abril, permutado por un futuro Primero de Mayo, y la concurrencia al mitin era bastante rala, por decir lo menos. Manuel entonaba ese vals con texto de “Bola” Aguirre dedicado a De la Puente Uceda y Guillermo Lobatón, cadencioso y sentido. En el vacío dejado por los garrotes de la guardia obrera, al centro del mitin, una loca bailaba descalza el vals. Era Lima, 1990.

BAJÓ DEL ESTRADO con habilidad de albañil, descolgándose por los parantes. No había escalera. A sus sesenta años, Manuel Acosta tiene quizás una virtud en su actitud política: ha estado siempre con los trabajadores. (Hablar de los partidos es ya una historia más complicada). Me dice, mientras saluda a Ricardo Letts que pasa rumbo arriba de la CGTP, y una botella de ron circula de mano en mano en la penumbra de la vereda: “la vez pasada me metí cuatro de estas y fui al local de Gráficos. Estaba Letts y yo me acerqué a decirle qué bien que no estás con los electoreros, pero no me había dado cuenta de que estaba haciendo campaña con sus afiches y número”. ¿Tendrá rubor Manuel Acosta Ojeda? Lo dice con sincera pena.
Mirando la plaza Dos de Mayo sin luz, me dice: “Cómo están los tiempos. Nunca ha sido así. Yo me acuerdo del 66, llenábamos el coliseo con la central sindical que se estaba reorganizando”. Yo esa época tenía doce años, pero mi hermano me contó una vez que lo había visto cantar ahí.
Esas habían sido las épocas del larga duración “Canción Protesta”, grabado con el Jilguero del Huascarán, el mismo MAO y otros intérpretes y autores, que se vendió como el pan. Coco Ramírez cantaba “La obrerita”, “El canillita” en ese disco.
Pero ahora estábamos entre los ambulantes de Colmena, doblando por Wilson, entrando a Moquegua, “a esa cantinita veníamos con Pablo Casas” y recalamos en un canchón unos metros más allá, siempre con el guitarrista ahí, frente a una mesa con otra de ron y el estrépito de una rocola o caset. Qué será.
Es sabido Manuel Acosta. Acá no puedo sacar la grabadora. Me dice:”hay que escribir con la memoria”. Ya pues, tienes razón; dime Manuel: ¿cómo es tu historia esa de Carlos Barral –que en paz descanse-, el famoso editor, que te ofreció publicar tus historias?

“YO ERA CHINO” se remonta Manuel Acosta a los tiempos de Mao, “pero como no había otro, me llevaban los moscos” y así terminó yendo a Europa, rumbo al festival de la RDA, si no me equivoco, a un encuentro de músicos, donde el fantasma de Stockhausen y la sombra de Schonberg presidían los debates, pero él se lanzó un rollo de todo eso, “que también lo sé”, y además de la lucha de los pueblos del tercer mundo y todos lo aplaudieron a rabiar. Eran los sesentas.
Esa historia, contada por él, (además de otras, como el cuento del cazador de osos y otras piezas de la picaresca oral peruana) la estaba contando Manuel Acosta Ojeda en una casa en París, después de su periplo por la Cortina de Hierro, en una reunión donde estaban Alfredo Bryce, Mario Vargas Llosa, Julio Ramón Ribeyro, el editor Carlos Barral. A este último todos le hacían corte y lo trataban con deferencia. Así que Manuel hablaba con su pata de Miraflores, Julio Ramón, y poco a poco la atención empezó a congregarse en él. No sabían si era verdad o mentira lo que contaba, pero les daba risa y sorpresa.
A la salida, Barral se le acercó a Manuel Acosta. El peruano no tenía idea de quién era el tal Barral, por entonces dueño de una de las más prestigiadas editoriales en lengua española. Y Barral le dice: ¿por qué no publicas esas cosas? ¿Quién me las va a publicar?, contesta el Mono, y Barral completa: “yo te las publico”.
-¿Qué? ¿Acaso tienes mimeógrafo?, pregunta Acosta Ojeda.

“QUÉ RARO ME PREGUNTES  por eso”, dice MAO, “hace poco también el poeta Manuel Moreno Jimeno  me lo preguntó en el micro a Chosica”. Ya no hay nadie en la cantina, solo el mozo, que conoce al compositor de otras noches, y una morena que vende tamales. Nos comemos dos. El mozo dice que es aprista pero votó por Fujimori. Acosta le contesta que su papá también fue aprista y tuvo cárcel, pero él ya no lo es.

Siendo la hora avanzada, apagan la rocola, y el guitarrista Escopeta de Bandido saca su viola para modular unos valses de Manuel que no están grabados en ninguna parte, solo los he escuchado en boca de unos cuantos cantores. Como decíamos al principio, Acosta Ojeda por “sabido” hubiera podido hacer muchísimos valses pícaros y música con jerga y replana, pero no los hizo. Se dedicó a cultivar el sentimiento y la buena forma poética, a la par que una producción dedicada al repertorio de los trabajadores del Perú con una seriedad y una contundencia pasmosas. Y es que Acosta es “sabido”, pero no es un “vivo”, lo cual es ya una diferencia entre todas las gamas de las habilidades criollas. Tarde la noche, pero no tan tarde porque debe tomar el último micro hacia Chosica, nos bajamos unas porciones de choncholí con el guitarrista y el Mono. “Escopeta de Bandido” se despide: chau tío. MAO contesta chau sobrino. Es imposible hacerle una entrevista seria a Manuel Acosta Ojeda. Es como un pez: resbala. Ahí lo tienen, yéndose a Chosica mientras uno bucea en la memoria por una conversación de seis horas pero solo escribe el cuarto de hora trascendental. Chau tío.

domingo, 8 de febrero de 2015

Agua Ardiente revista de poesía? 1977

Revista de poesía "Agua Ardiente" que sacamos con Pepe Morales por 1977, con poemas del mismo José Morales, José Cerna, Manuel Dammert (como Ernesto Días) Kike Sánchez, y quien escribe, desde la UNMSM. Todavía se deja leer.



















miércoles, 28 de enero de 2015

AHÍ NO HABÍA NADA



(También “Juan y el mago” o “Sobre los sucesos ocurridos en la Carpa Teatro del Puente Santa Rosa", en Lima, 1986)



A Juan le avisaron  en la municipalidad  que estaba quedando un terreno libre frente al río después de que cerraron el viejo depósito y Juan pensó algo hay que hacer con ese terreno y fue a buscar a su amigo Aladini el mago que vivía en Barrios Altos a dos cuadras de  su casa. Juan era gordo  y de niño había tenido polio, por  eso  caminaba  medio  chueco, arrastrando una pierna  y le decían cojito. Pero Juan no se arredraba. Tenía un puesto de fruta en el mercado, donde trabajaba también su mujer con su madre y sus hijos, y él cumplía un horario de obrero en el teatro de la municipalidad.
A Juan le gustaba hacer cosas donde estuviera en contacto con la gente pues  paraba  todo  el tiempo  hablando  y  saludando  hola  que  tal como  estás hermano, qué tal y podía perder media hora con cada persona que se detenía a hablar, era bueno para eso. Fue donde su amigo el mago y le propuso de una vez, de frente, ahora en este instante hacer un circo en ese terreno donde no hay nada, frente al rio. El mago estaba por entonces atareado en practicar el número que hacía  el gran mago Houdini: colgado  de  lo  alto, de cabeza  de una  viga o un edificio, atado con una soga en llamas, él  escaparía. Probaba una soga untada con alumbre, para que no se quemara rápido. Uhmm, dijo, un circo en ese terreno, necesitamos una carpa. Creo que sí se puede, dijo después de pensar un rato y volvió a colgarse de la viga en el techo, Practicando el acto de fuga.
Juan se fue a mesa de partes en la municipalidad  y dejó una solicitud al alcalde de la ciudad pidiendo que se hiciera una carpa circo para la cultura de los pobres   en   ese   terreno vacío. 
El  papel   pasó   por   varias   oficinas   que   lo inspeccionaron y revisaron, hasta  que  se  amontonó  con    la  serie  de  cartas  y pedidos  que recibía  diariamente el alcalde. La  secretaria  se lo leyó  en voz  alta, mientras la autoridad se preparaba para recibir la visita de una princesa europea.
-Esto suena interesante. Vamos  a ver ese terreno  en la tarde. Avísale  a ese chico para ir con él, que me lo muestre y me explique su idea.
En el teatro el director  se sorprendió cuando  llamó  la secretaria  del alcalde para citar a Juan a una reunión esa misma tarde.
- ¿Qué  te traes  en las manos?, ¿se  puede saber  en qué  te has  metido? preguntó el director.
- Es el viejo proyecto
- ¿El de la película de Mozart?
-No, el de la carpa teatro.
- ¿Has encontrado dónde?
-Creo que sí.
El director  lo miró  taciturno.  Tantas  veces  le había  hablado Juan  de  su proyecto  de poner una carpa en la ciudad y no le había hecho caso. Ahora se contactaba con el alcalde...
A las tres de la tarde el alcalde llegó al terreno junto al río, muy cerca de un puente.  Caminaron por  el lugar  lleno  de  basura. Después de  dar  la  vuelta  al espacio  de unos  cien  metros  por  treinta, el alcalde  le dio  la mano  a Juan  y lo felicitó por su proyecto.
Muy  bien , le dijo, tienes  todas  las autorizaciones que  necesites, pero  no tenemos plata para nada. Tendríamos que escribir un proyecto, asignar personal y darle  un  presupuesto de la municipalidad y eso  demora  por  lo menos  un  año.

Somos una ciudad pobre.Busca gente e instituciones que te ayuden. Desde ahora eres un promotor  cultural especial.
Juan_ no se desanimó.  Ya era mucho contar con el respaldo del alcalde, la máxima autoridad de la ciudad. Se dieron un apretón de manos y se despidieron. Juan le dijo:
-Ya, yo lo invitaré para el día de la inauguración.
- Bueno, yo vendré.

Y   Juan  empezó   a  trabajar   con   su   amigo  Aladini.     Lo  primero   que necesitamos, le dijo elmago, es una carpa. ¿De dónde vamos a sacar una carpa? Son muy caras para nosotros que no tenemos nada.
- Haz magia pues.
 -Tengo una idea, no te burles.
 - ¿Qué vamos a hacer? ¿Pintamos una carpa en el aire?
 -No, la cosemos.
 La idea de Aladini era coser una carpa a partir de retazos de tela.
 - ¿Y dónde conseguiremos tantos retazos? ¡Va a quedar peor que la colcha de mi abuela!, dijo Juan.
-Vamos a  pedir a las panaderías  que nos  regalen  los  sacos  vacíos  de harina de trigo que ya no usan después de hacer el pan. Son sacos de buena tela, blanca. Los abrimos y los cosemos uno junto alotro.
-¿Y cuántos necesitamos?.
 Aladini hizo cálculos durante unos minutos escribiendo en el suelo con una piedrita, borrando. Multiplicó el tamaño de un saco por el tamaño de la carpa. Y finalmente dijo: necesitamos 800 sacos para una carpa pequeña, 2000 para una grande y doble, reforzada.
- ¿Y cuánto tiempo nos tomará el coserlos?
 Aladini siguió calculando ( o hizo corno que calculaba) y después de un rato dijo:
- Dos meses para la carpa chica, un año y tres meses para la carpa grande.
 - Ya, nos quedamos con la carpa chica y después le agregamos partes. Hay que empezar de una vez, dijo Juan.
Y empezaron a recorrer las panaderías del centro de la ciudad. Todos sus amigos  también  empezaron  a  recolectar  sacos  vacíos  de  harina.  Juan  se levantaba muy temprano e iba a las panaderías que estaban abiertas desde el
amanecer.  Perdía  bastante  tiempo  conversando,  saludando  y  explicando  el proyecto cultural de la Carpa Teatro a los dueños de las panaderías, y estos lo escuchaban con atención, asentían gravemente, como si se tratara de un asunto muy urgente, y terminaban regalandole  los sacos que tenían y avisándole  que regrese para dar1e los que tendrían en las siguientes semanas.
Lo mismo hizo Aladini con sus amigos del otro lado de la ciudad. Pronto tuvieron en el viejo terreno baldío dos torres inmensas, llenas de sacos. Eran más de 400 . Y seguían llegando.

Juan le pidió a sus compañeros de la municipalidad que le trajeran sacos vacíos de  las panaderías. Algunos no  le hacían  caso, pensaban  que era  una broma o que nunca echaría a andar el proyecto. Otros  traían sacos desde los barrios más lejanos. Pronto Juan y Aladini tenían más de 500. Y como veían en las letras de los costales las marcas de fábrica, se animaron a ir hasta el molino que producía la harina para pedirles  sacos para el proyecto. Les regalaron 500 sacos viejos. En menos de diez días tenían ya casi dos mil sacos. Aladini lo sabía todo. El tenia un bordado mágico para unir los costales.
Casi ni se veía la costura. Hizo una pequeña carpa a escala, con un solo costal y palos de helado y después se dedicaron a coser. Con grandes agujas, cosían por las noches siguiendo el modelo y el estilo. Aladini era un mago muy conocido y había recorrido el Perú con circos muy famosos.como el circo Acapulco o el circo Cavallini, ambos con   carpa y animales domesticados como el Burro Sabio que respondía preguntas de matemáticas  y cultura general con el golpe de la pata. Con Perlita, la chiva equilibrista, que subía por una escalera haciendo piruetas. Con las ltalian Girls, que bailaban con gracia y elegancia sobre botellas alineadas en el suelo.   Aladini le contaba a Juan todas sus aventuras en los pueblos y Jos espectáculos que presentaban para niños y grandes, de cómo él asombraba a propios y extraños con su pase mágico para el truco del huevo, el de la paloma y la  corbata,  tantos  que  habían  deleitado  a  los  niños  de  todo  el  Perú.  Juan escuchaba con atención mientras cosían, y casi todas las noches que estuvieron cosiendo, se quedaba dormido en el relato de alguna  aventura en un pueblo perdido de la serranía como la vez en que cruzaron el río Marañón en un ómnibus y  vino una crecida  del río  y nosotros  que estábamos  en medio del río fuimos arrastrados por la corriente y partimos río abajo, tuvimos que subimos al techo del ómnibus y....
Pobre Juan, se quedaba  dormido  en los  mejores  momentos.  Amanecía cansado, pero igual se iba a trabajar y estaba muy alegre contándoles a todos los progresos de la carpa teatro.

Y cuándo termines, ¿qué va a haber de espectáculo Juan?, le decían los más incrédulos, ¿circo de pulgas? ¿Dónde nos vamos a sentar los asistentes, en una piedra?
Pero Juan ya lo tenía pensado todo. Era el verano y para el principio de la temporada escolar la gran carpa abriría sus puertas al público con un gran festival de teatro. Obtuvo del alcalde una autorización para sacar materiales del depósito municipal, donde se podía encontrar casi de todo, como un gran basurero de la historia de la ciudad. Allí había desde viejos tranvías hasta postes y estatuas partidas en pedazos, letreros de calles que ya no existían. Con el camión del teatro sacó unos polvorientos tablones que limpió y pintó con Aladini para que fuesen las graderías dentro de la carpa alrededor del escenario.
Su idea inaugural era ya bastante antigua y la tenía conversada con sus amigos teatreros. En la ciudad había visto a muchos grupos de teatro popular, infantil y callejero. Iban por los mercados, por las plazas públicas, por Jos distritos de  los  pobres, por los colegios. Eran como  veinte grupos de  teatro que se encontraban a veces los domingos en las grandes plazas de la ciudad haciendo reír a los concurrentes con sus espectáculos de canciones y argumentos de animales que se iban a buscar la aventura por los caminos. Juan los conocía a todos, porque a él le gustaba el teatro, no solo el gran teatro de la municipalidad, donde venían las grandes compañías internacionales sino también el modesto teatro donde sus hijos y su esposa reían con él. A veces lloraban de la risa con la historia del recluta, con los que imitaban a Chaplin, con los que hacían mimo o representaban al gato con botas. Juan los convocó a una reunión en el terreno baldío, donde estaban los tablones y los costales de harina haciéndose carpa. De los cuarenta grupos fueron siete los invitó a hacer el Primer Festival de Teatro Popular en la Gran Carpa. Todos los  que asistieron estuvieron de acuerdo al instante e hicieron suyo el proyecto. Es más, desde esa noche fueron a ayudar todas las noches a coser.
Aladini por su parte había invitado también a sus viejos amigos de los circos, que vivían en Lima. La temporada de circos en el Perú es el mes de julio, y en el mes de abril, en que empezaría la Carpa Teatro, no tenían nada que hacer así que irian y si hay algo para ayudar te ayudamos, dinos nomás. De esa manera payasos, trapecistas, mujeres elásticas y hombres come fuego se hicieron habituales en las noches de costura de la carpa.
Los vecinos del barrio entraban y salían. Les gustaba la idea de un centro cultural en el vecindario. Los músicos empezaron a pasarse la voz y fueron a ver qué pasaba en ese lugar. Ofrecieron a Juan hacer conciertos, dar clases de guitarra, de flauta. Ya, decía Juan, a todos los que venían con buena voluntad de ayudar y trabajar, él les decía que sí. Hizo una programación para todos los días de la semana.
Con tanto trabajo y tanta gente ayudando, la carpa empezó a tomar forma muy rápidamente. Aladini plantó los altos palos de  eucalipto en el terreno que todos terminaron de limpiar y aplanar. Alzó los paños uno a uno y templó las sogas de cada parte. Sus amigos del circo venían y ayudaban por algunas horas. Llegó un tipo que dijo ser alemán y andaba de viaje y era pintor. Quería decorar las paredes alrededor de la carpa y ayudar en los carteles. Llegó Jorge Acosta y también Piero Bustos que tocaban en un grupo musical y le dijeron a Juan para hacer un festival de rock. Para esas alturas, ya la carpa no era solo una promesa sino una realidad. Con sus ccostalillos blancos de harina y los pintores que llenaban de color las paredes con el alemán, la carpa  atrajo algunos curiosos. Pronto escribieron la programación inicial en las paredes. Juan le preguntó al mago qué nombre quería tener escrito en y él dijo "Aladini el Fantasista” pero como era muy largo y el pintor era alemán y no entendía el castellano escribió "Alad el Fantasista” o de repente el pintor pensó que ese nombre más corto era mejor.
La carpa quedaba en la esquina de la gran urbe, frente a un puente que cruzaba el río. Por ahí pasaba el presidente del país muy a menudo, porque había una entrada a un camino en desnivel que llevaba directamente a Palacio de Gobierno, donde tenía su casa. Y el presidente  se llamaba Alad. Al principio  no se dio cuenta, porque  los  presidentes  quizás  no  miren mucho  por  la  ventana  del auto  o de repente sí pero esta vez el presidente miró y vio su nombre escrito y ordenó al chofer detenerse frente a la carpa. Se bajó y se acercó donde Juan. Cuando Juan lo vio se asustó y dijo ahora qué he hecho. Se sintió culpable.
- ¿Tú has pintado eso en la pared?
 -No, pero yo      dije que lo pintaran.
- ¿Se trata de una burla?              
 - No señor presidente, así se llama el mago, es su nombre. Este es un centro cultural y está usted invitado a la inauguración el 6 de abril.
Juan paseó al presidente por el terreno, le hizo ver el río, le habló de la cultura. Diciéndole que volvería y que contaba con su apoyo, el presidente se despidió.
Juan  hizo  el programa:  Festival de  Teatro  todos  los  días.   Invitó  a los colegios de por ahí cerca con unos volantes que hizo que decían "entrada libre" y el día  de la invitación: lunes, martes, miércoles, jueves  o viernes.  Sábados  y domingos se presentaban todos los grupos de teatro y cobrarían una entrada muy barata. Como iba a haber teatro lleno. juntarían suficiente dinero los fines de semana. Distribuyó los volantes en la casa de los niños huérfanos, en el asilo de ancianos, en el comedor, en las fábricas del otro lado del río, en las plazas. Los teatreros fueron a los mercados cercanos e hicieron una marcha con zancos y payasos por las calles del centro anunciando el inicio del festival.
El primer domingo del estreno, a carpa llena, el alcalde invitado veía  a la Familia Tallarini haciendo sus bromas a lo  Chaplin y    al grupo Las  Águilas cantando la canción de la pulga vampiro:

Ramiro la pulga vampiro
Es un trapecista de fama mundial
Vendados los ojos cerrados
Se lanza al espacio en salto triunfal
Te cae en la espalda te pica te muerde
Te cae en el cuello te pica te muerde...

 Y a Alad el Fantasista haciendo desaparecer un huevo en un pañuelo, a Mauro el payaso, a los perros futbolistas. Cuando el alcalde se vio en los diarios y la televisión y vio además las grandes colas que se formaban los días de semana con los alumnos de los colegios del centro de la ciudad, llamó a Juan para una reunión y le dijo:
- Vamos  a  disponer  para  la  carpa  teatro  un  dinero  que  cobra  la municipalidad por un impuesto a las salas de juego. Es muy poco, pero debería servir para promover la cultura en los barrios de la ciudad y que todos vengan a la Carpa Teatro Municipal.
Juan salió muy contento. Ahora podría hacer una programación y comprar unos focos de luz y papel y hacer más volantes y dar a los artistas algo de dinero para sus pasajes y tantas cosas más. Con las lluvias de julio la fiesta siguió. 
La carpa  se  puso  húmeda,  cambió  de  color,  se  volvió  como  las ropas  de  los mendigos y los trapos de la calle, descolorida. Adentro, en la turbia luz invernal seguían  los  cantautores,  los  contadores  de  cuentos,   los  grupos  de  rock,  la asociación de magos, los danzantes de  tijeras, los Negritos de Huánuco, los del sindicato de circos).  La gente encontraba calor en las bancas  y se divertía bastante y aprendía cosas  cuando  había  conferencias.  Con  el tímido  sol de  setiembre y  con  la  garúa constante un extraño fenómeno comenzó  a ocurrir en la parte de arriba de la carpa: entre las costuras brotaban unas pequeñas ramas verdes. ¡La carpa estaba floreciendo! De los sacos vacíos de las panaderías que habían contribuido con la alegría, había florecido el trigo y el moho en un alegre jardín verduzco.
Cuando  los sikuris  tocaban su música bailando,  la carpa  se inflaba. Los magos  continuaban  presentando  su  diario  truco: donde  no había  nada  puede haber diversión y risa, un poco de maravilla. Los asistentes escribían sus nombres en las telas alrededor de la carpa. Para ese entonces la tela de la carpa empezó a deshacerse. Pero recibieron una carta desde Alemania: el pintor había estado mostrando a sus amigos fotos de la experiencia en el Perú y la municipalidad  de  su pueblo  ofrecía  enviar una  carpa  de  lona impermeable  de regalo. Como la vieja carpa se estaba deshaciendo,  podrida por el sol, inflada por la risa y el tiempo de tanta gente, todos empezaron a llevarse pedacitos de tela a sus casas como recuerdo, pintados de grafitis y nombres. Yo también me llevé uno, todavía lo tengo.. En ese entonces yo contaba cuentos en la carpa y puedo decirles que después de un tiempo en ese terreno volvió a no haber nada. Cambiaron al alcalde, y vinieron tiempos difíciles. Solo quedó la huella en el aire de la diversión y los instantes de felicidad ahí transcurridos.